Enorme y variado es el octavo país más grande del mundo con una geografía tan exhuberante como generosa.


A sus pobladores autóctonos -cuyos orígenes datan de hace 15 milenios- se sumaron, paulatinamente, los colonos europeos, quienes arribaron a sus costas en el siglo XVI con afán expedicionario primero y con determinación residente después. Hasta bien entrado el siglo XX, esta nación ha sido receptora de extranjeros, que por un motivo o por otro acabaron echando sus raíces en un suelo al que, ante todo, vislumbraron como fértil. Y lo era. En sus casi tres millones de kilómetros cuadrados, el octavo país más grande del mundo supo ser el nuevo hogar de españoles, italianos, alemanes, judíos e ingleses, que lograron convivir y acrisolarse en una geografía tan exhuberante como generosa. Igual que su sociedad.
Muchas han sido -y son- las caras de este país, polifacético donde los haya, con el perfil esculpido a golpe de cincel cosmopolita. Pero lo cierto es que Argentina tiene rostro de mujer, quizás porque su nombre es la obra de un poeta. Según cuenta la leyenda, el sacerdote extremeño Martín del Barco Centenera fue quien la bautizó hace más de 400 años, aunque lo hizo sin querer.
Pero, además de estar muy bien ubicada en esa suerte de ‘palmarés geográfico’, Argentina se luce -y mucho- con varias plusmarcas urbanas y sociales. Con casi doce millones de habitantes, su capital es la tercera ciudad más poblada del planeta y, dentro de ella, la Avenida 9 de Julio es una de las más anchas del mundo. Hacen falta varios minutos para cruzar los 110 metros que separan una acera de la que está enfrente, y eso sin tener en cuenta el tiempo que se destine a contemplar el Obelisco, una mole de cemento que data de 1936, mide 67 metros de altura y fue erigida en apenas un mes.
Las callecitas de Buenos Aires..
En Recoleta, en cambio, afloran los restaurantes y los pubs de moda junto una especie de ‘Soho’ neoyorquino donde se reúne la vanguardia del diseño. Espacios verdes, como Palermo, hacen el contrapunto a las calles del centro, como Corrientes, Florida y Santa Fe. Y Puerto Madero, junto al muelle, ofrece cenas tranquilas a la orilla del río en decenas de establecimientos que combinan modernidad y tradición, pues todo el conjunto arquitectónico (unos viejos barracones de ladrillo) ha sido restaurado para tal fin. «Las callecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo…», cantaba Astor Piazzola. Y mucho llevaba de razón.
El convoy parte los sábados de la ciudad de Salta y cruza la cadena montañosa siguiendo un trazado de lo más complejo: 217 kilómetros de vía, que, entre puentes, túneles, rulos y zigzags, conduce al ferrocarril hasta los 4.000 metros de altura. Literalmente ‘colgado’ de los montes, el ‘Tren de las Nubes’ parece escalar el cielo, sobre todo en el viaducto de La Polvorilla, el tramo más esperado (y emocionante) del trayecto.
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