La pretendida semejanza de los títeres con los políticos de turno ofende su milenaria dignidad poética.
Vamos a correr el telón y asomarnos por unos instantes al mundo de los títeres, a ese maravilloso y complicado mundo, tan antiguo como la misma humanidad. Los títeres vienen de muy lejos.
Es perderse en el misterio pretender buscar su origen. Nacieron con la imaginación, y pertenecen a todos los tiempos y a todos los lugares de la tierra.
A lo largo de los siglos, esta forma de espectáculo ha desarrollado una rica variedad de modelos, tipos, y técnicas, desde las más primitivas en antiguas civilizaciones de Oriente y Occidente, hasta las nuevas fórmulas y estéticas aparecidas en la segunda mitad del siglo XX, algunas de ellas con un progresivo uso de tecnología.
El italiano Vittorio Podrecca (1883-1959) está considerado como el primer titiritero a nivel profesional de que tengamos conocimiento. En realidad él trabajaba con las marionetas. En el año 1914 funda en Roma un teatro de títeres que se vuelve famoso con el nombre de "Los Pequeños de Podrecca" (I Piccoli di Podrecca) poniendo en escena obras de autores famosos como De Falla, Shakespeare, Mozart y Debussy entre otros. En el año 1946 presenta en Argentina su espectáculo "Donde mueren las palabras".
Los titiriteros en la sociedad antigua.
Los títeres tienen un origen muy antiguo, ritual y sacro, documentado por descubrimientos arqueológicos que se remontan a la Edad Antigua.
Ya en las tumbas egipcias encontramos una estatuilla de la diosas Isis articulada con tubos e hilos. Incluso algunos jeroglíficos describen "estatuas de pie" utilizadas por los antiguos egipcios en dramas religiosos.
Similares descubrimientos en Mesopotamia, Grecia e India han demostrado la existencia de pequeñas figuras articuladas en madera y arcilla. Asirios, caldeos y muchas otras civilizaciones orientales usaron los títeres con diversos fines.
Los escritos más antiguos sobre los títeres se atribuyen a Jenofonte en 422 a. C.
Los chinos conocen a los títeres desde tiempos remotos. Hacen su aparición en los ritos religiosos y en las calles, entre las gentes del pueblo. De China —según las crónicas—, los llevan los músicos andariegos al Japón, atravesando Corea.
Allí llegaron a una perfección extraordinaria. Están modelados en madera y mueven las cejas, los ojos, la boca y articulan los dedos de las manos.
Los titiriteros en la sociedad moderna.
En la actual sociedad moderna, super tecnológica y a veces carente de incentivos personales, la figura del titititero se ha mimetizado. Las tradicionales marionetas artificiales de cartón y madera se han transformado en seres humanos conscientes de ser manipulados, a libre arbitrio y voluntad de poder no perfectamente definidos e identificables.
Políticos, empresarios, deportistas, personajes del espectáculo han pasado a ser parte de un reality show en el cual poco cuentan la coherencia, los principios y la moral.
Los mass media han pasado a representar, en los albores del siglo XXI, un elemento de dominación cultural de tal envergadura que es imposible soslayarlos.
Vemos a diario las marionetas en radio, televisión, redes sociales y cualquier otro medio de comunicación que son exhibidas como en un circo romano, a beneficio del consumidor final.
Pero no se ve el titiretero igual que el espectáculo ofrecido por los títeres de Podrecca.
El reino del actual titiritero (a diferencia de aquel otros que se exhibía al final del espectáculo) es la sombra. Los medios de comunicación son los elementos catalizadores de este nuevo movimiento de dominación cultural.
Ayer fueron Facebook y Twitter, después parecieron Pinterest e Instagram. Al final ingresó en el escenario Whats'App. Mañana quien sabe. La tecnología es algo similar a una Caja de Pandora, perdón de sorpresas.
El libro ha sido substituído por los "zócalos televisivos" -ya que no se puede hablar de contenido-. La información no se analiza. Y cuando se hace ofrece un aspecto completamente sesgado. Se consume en pocos segundos, como si el pensar cansara. Y para que tenga un efecto devastante se repite hasta el infinito como lo pretende la lógica goebbeliana (aquél que fue el brazo derecho de Hither e ideólodo del nazismo). Hasta producir una especie de lobotomia en el cerebro.
En este surreal "teatrito social" son cada vez más visibles las marionetas y el público. Pero no el titiritero. El manual de las grandes corporaciones formadoras de opinión lo prohibe. No hay vocación en su accionar. No hay arte. Hay solo especulación, intereses espurios y desolación.
Vamos a correr de nuevo el telón. Nos apartamos otra vez del maravilloso mundo de los títeres. Ellos seguirán viviendo al lado del hombre, como su sombra. Es el destino del títere. Nació con el hombre y morirá con él.
En fin, titiriteros eran los antes.
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