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Los riesgos de la deuda externa en América Latina y los distintos tipos de crisis.

A manera de marco conceptual.

  Una de las cuestiones más recurrentes de la política económica es si algunos procesos que han afectado a nuestros países en el pasado pueden volverse a presentar.

Ciertamente que esos procesos pueden ser de naturaleza específica (un país), o procesos más amplios (regionales) y generales (economía internacional).

Cualquiera que sea la dimensión de los problemas que se presenten en una economía mundializada o globalizada, dependiendo de la naturaleza de esos problemas, estos terminan impactando en el conjunto, independiente de que ellos se originen en las llamadas economías desarrolladas o emergentes, como fueron la crisis de los años treinta o la crisis de la deuda en América Latina en los años ochenta.

Siguiendo a Roberto Frenkel, define la crisis “como el incumplimiento de contratos que se encadena y alcanza una dimensión tal que induce una contracción significativa de la demanda agregada y el empleo.
De modo que una crisis puede definirse como la situación de incumplimiento de un conjunto importante de contratos con efectos significativos sobre la actividad económica.

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Para configurar una crisis la magnitud de los contratos incumplidos debe superar cierto umbral, el cual no puede precisarse porque no depende tan solo de la magnitud de los contratos sino también de la fragilidad del sistema”.

Los distintos tipos de crisis.

Se pueden distinguir crisis de distintos tipos:

• Crisis financiera, cuando los contratos involucrados son financieros principalmente: créditos y depósitos bancarios en las economías de mercado emergente.

• Crisis de balanza de pagos, cuanto la economía enfrenta una crisis de pagos internacionales o de balanza de pagos (cuanto el incumplimiento afecta contratos internacionales públicos o privados).

• Crisis de deudas públicas, en el caso de incumplimiento de las obligaciones financieras del sector público. Si la deuda externa es principalmente pública tiene lugar, simultáneamente, una crisis de deuda pública y una crisis de balanza de pagos.

• Crisis cambiaria, se produce cuanto la autoridad monetaria incumple compromisos de mantener un tipo de cambio predeterminado.

Debemos, sin embargo, con estas definiciones, relativamente rígidas, porque la crisis no se establece cuando las cuentas descritas se producen sino cuando la percepción de las mismas, por los agentes económicos y de los propios Estados, se expresa en decisiones que pueden influir en las tendencias que ellas perciben.

A esta situación pueden concurrir diversos factores, tanto internos como externos. Por ejemplo, la percepción de una posible depreciación de la moneda nacional, la percepción de una caída de los precios de los materias primas y alimentos, la percepción de una volatilidad de los mercados de capitales (bolsas de los distintos países) y un conjunto de sucesos que van modelando la conducta y decisiones de los agentes económicos.

Si bien la percepción es una conducta permanente, adquiere una importancia singular cuando la economía muestra signos de fragilidad o de inestabilidad. Por esa razón, retomando a Frenkel, se llama crisis de deuda externa a la percepción de la cesación de pagos (default) de las deuda externa, como en la crisis de México en 1995, y crisis cambiaria cuando se produce una percepción de riesgo cambiario, como fue el caso argentino en 1995, aunque la regla del tipo de cambio fijo (Ley de convertibilidad) no fue cambiada.

Concomitancia de eventos.

En los eventos críticos nacionales ocurridos en la década de los ochenta se han sucedido estos tipos de crisis o una combinación de ellos:

a) La más general es la existencia de una crisis de pagos internacionales.

b) Casi todos los eventos incluyen una crisis cambiaria.

c) Los eventos tuvieron un componente de crisis financiera.

Una singularidad de la crisis en economías emergentes es que las crisis son precedidas de una dinámica macroeconómica de ciclo con “una fase inicial expansiva, seguida de un periodo de estancamiento o crisis-latinomaerica-Scrolled_and_Quill_Pen_PNG_Image

La singularidad del ciclo Minskyano en economías emergentes, es que la fase inicial del auge es generada por cambios relativamente drásticos de las políticas macroeconómicas y las regulaciones.

Esta tesis de Minsky se cumple en el caso de la crisis de los años ochenta, que marca el fin de las políticas desarrollistas en América Latina, alentadas en la ideas cepalinas de industrialización sustitutiva.

En el caso de las tendencias macroeconómicas de los últimos años en América Latina, ellas parecen marcadas en una continuidad de las políticas neoliberales que asumieron los gobiernos de la región como salida de la crisis de los años ochenta, con la excepción de algunos países de la región que en los últimos años han intentado una reorientación de sus políticas priorizando el carácter social de las mismas, pero manteniendo condiciones de estabilidad económica como son los casos de Bolivia y Ecuador.

Sin duda, el marco conceptual descrito puede ser calificado de economicista porque cualquier crisis económica puede ser influenciada o provocada por agudización de las problemas sociales y políticas, que crean condiciones de inestabilidad social o política, como lo son el aumento de las tensiones sociales como consecuencia de la inseguridad interna, la extensión del narcotráfico, la expansión de la corrupción, entre otros.

Unido a estos, el mantenimiento de amplios sectores de la población que viven en condiciones de pobreza y extrema pobreza, particularmente en zonas rurales. Esto último es importante porque en una situación de crisis la respuesta desde la política económica va a ser provocar un conjunto de ajustes macroeconómicos con consecuencia en la contracción de la demanda y el empleo.
Esto significa que algunas mejoras logradas a través de los programas sociales en los últimos años, llevará a que, en el caso del ajuste fiscal, estos programas resulten siempre los más afectados.

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