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El medio pelo en la sociedad argentina del siglo XXI y el recuerdo de Arturo Jauretche.

Cuando Arturo Jauretche escribe en el año 1966 su libro El Medio Pelo en la Sociedad Argentina bajo circunstancias culturales, sociales, económicas y políticas muy distintas a las actuales estaba dando origen a un arquetipo de "ser nacional" que se iría transformando con el pasar del tiempo.

Veamos la definición utilizada por Jauretche: “En principio, decir que un individuo o un grupo es de medio pelo implica señalar una posición equívoca en la sociedad; la situación forzada de quien trata de aparentar un status superior al que en realidad posee.”. “Medio pelo es el sector que dentro de la sociedad construye su status sobre una ficción en que las pautas vigentes son las que corresponden a una situación superior a la suya, que es la que se quiere simular”.
El medio pelo en la sociedad argentina.

El medio pelo en la sociedad argentina del siglo XXI.

Cuando se refería al medio pelo no estaba incluyendo al grueso de la clase media, sino que lo utilizaba para señalar el comportamiento de la burguesía en ascenso y de sectores desclasados de la clase alta. Sin embargo si analizamos muchas de las actitudes de esos grupos sociales veremos que muy bien pueden ser aplicados a algunos sectores de nuestra clase media principalmente a aquellos radicados en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.



Esas características, delineadas, definidas, concretizadas y después perfeccionadas en el Manual de Zonceras Argentinas dos años más tarde, irían, en las décadas sucesivas, dando un toque característico a un sector de la sociedad argentina.

El medio pelo ayer.


El medio pelo representaba, no solo en el libro de Jauretche, aquel sector de la sociedad que, en un contexto de paìs agrícolo-ganadero con una incipiente industria, trataba desesperadamente de subir escalones en una jerarquía social a la que no pertenecía por derecho propio. Un país nuevo, emergente, con una economía en plena expansión y con una sociedad en la cuál la clase media, mal llamada burguesía, se ensanchaba cada vez más. Y las clases humildes, aquéllas que hoy llamamos eufemísticamente por debajo de la línea de pobreza, eran cada vez menos.

El status lo daba, por aquél entonces la propiedad inmueble (especialmente rural) y, en menor medida, las joint-venture empresariales muchas veces ligadas estrechamente a la oligarquía nacional.

El dólar era una quimera. Una moneda extranjera a cuyos conocimientos (cotización, fluctuaciones, etc) se accedía solamente a través de conocimientos universitarios. Una ilusión alimentada por economistas de los EE UU a los cuáles de vez en cuando algún ministro de economía hacía mención, sobretodo si el objeto era solicitar un préstamo internacional (con destino indescifrable) al FMI.

El ritual de cada conversación rondaba siempre los mismos temas: condiciones del tiempo, precio de la hacienda, valor de los cereales, perspectivas de la cosecha, algo de política y casi nada de economía salvo la inflación y su incidencia en los propios bolsillos. Del dólar casi nada.

El acceso en la jerarquía social era limitado. Y, a decir verdad, no le quitaba el sueño a ningún ciudadano.
Cuando Jauretche se refería al medio pelo no estaba incluyendo al grueso de la clase media.

Las deudas bancarias eran patrimonio de aquellos que tenían un cierto capial, en dinero o bienes, y queríam ampliarlo o invertir en otras sectores. Es decir la idea de deuda estaba muy equiparada al concepto de inversión. Muy pocas veces un ciudadano común se endeudaba a límites extremos en busca de un mayor "linaje social" porque no tenía sentido.
Leer también: Divide y reinarás, estrategias y el juego de las alianzas para atrapar el poder del pueblo.
El medio pelo de hace medio siglo, no obstante la brillante ironía de Arturo Jauretche, tenía algo de noble, de creíble y de aspiraciones concretadas.

El medio pelo en la sociedad actual.


El arquetipo de Jauretche ha sufrido una transformación dictada no solo por el transcurso del tiempo y el avance de la tecnología, rápido e inarrestable. Hay también una transformación moral, de conceptos y valores definidos en un modo distinto.

La preponderancia del tema dólar en cualquier medio de comunicación es una paradoja. Nunca una palabra tan extraña al sentir nacional ha calado tan profundamente en el espíritu de los argentinos.

Lo que antes era un concepto extraño, inalcanzable, reservado a elites de intelectuales, hoy en día, en la teoría y en la práctica, ha pasado a ser un tema de dominio popular.

Tal vez muchas personas hayan olvidado o les produzca cierta fatiga mental recordar fechas y actos fundamentales de la historia argentina. Pero seguramente esas mismas personas conocen exactamente las variaciones del dólar, sus perspectivas futuras y el valor que, esa divisa totalmente ajena a nuestros usos y costumbres, representa como salvaguarda de nuestro patrimonio personal.

De noble y casi aristocrático el medio pelo en la sociedad argentina pasó a ser especulativo, falso y  proclive a salvar las apariencias por sobre todas las cosas.

Hoy una pauta que va creciendo en el medio pelo es la de no parar de hablar de los restaurantes que frecuenta —si son del exterior mejor— los viajes que realiza (al exterior) y los vinos que bebe habitualmente. Son los que se identifican como “foodies”. Hace unos años los llamábamos tilingos.

Lo malo es que es una tontería que crece y se la confunde con un signo de estatus o cultura… De algo se puede estar seguro; este tipo de gente no es feliz. Vive pendiente de que alguien descubra su mal manejo de pautas de comportamiento e impiadosamente lo devuelva al estatus social de donde no debió salir.



Cerramos con una definición del mismo Jauretche: “Cuando en la Argentina cambia la estructura de la sociedad tradicional por una configuración moderna que redistribuye las clases, el medio pelo está constituido por aquella que intenta fugar de su situación real en el remedo de un sector que no es el suyo y que considera superior.

Esta situación por razones obvias no se da en la alta clase porteña que es el objeto de la imitación; tampoco en los trabajadores ni en el grueso de la clase media. El equívoco se produce a un nivel intermedio entre la clase media y la clase alta, en el ambiguo perfil de una burguesía en ascenso y sectores ya desclasados de la alta sociedad”.

Comentarios

  1. Revisando el éxito y la difusión que tuvo el libro creo que su objetivo fue alcanzado, en la medida en que estaba destinado a un público mayoritariamente joven, con ciertas lecturas previas –sobre todo pertenecientes al ámbito universitario- y con algún grado de militancia política, que podía identificarse en este sentido con este tipo de autores en los cuales la “objetividad” se pierde en beneficio de otorgar un sentido a las ciencias sociales en relación a un presente sumamente conflictivo.

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    1. Uno de los ejes fundamentales de este trabajo intentó reflexionar en torno a definir los límites que definen la “popularidad” de un libro. Como vimos, la multiplicidad de factores hace que la respuesta sea particularmente compleja. La popularidad, en cuanto número de ejemplares vendidos, no responde directamente a estar destinado a un público menos preparado en su nivel de instrucción como el que deducimos que sería aquel que consume los productos de la “cultura popular”. De esto, podemos afirmar que no siempre lo “popular” es sinónimo de masivo, respuesta que deduciríamos de remitirnos exclusivamente a los datos cuantitativos. Fundamentalmente, nos remitimos en primer lugar al contexto cultural, académico y político en que el libro es editado, en el cual hay una gran disposición a la lectura de este tipo de textos. Por otro lado, también rescatamos la multiplicidad de soportes que el texto posee, fundamentalmente las conferencias que realizaba Jauretche a lo largo del país divulgando aquello que expresaba a través de sus libros y sus apariciones mediáticas.

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