Indescriptible paisaje tendido a lo largo de 12 Kilómetros de curvas y contracurvas, desfiladeros y quebradas, la Cuesta de Miranda constituye un fascinante camino de cornisa paralelo a la Precordillera de los Andes, y ornamentado, además, por una atractiva mixtura de rojos, ocres, azules y verdes.
Su punto máximo de ascenso es conocido como El Bordo Atravesado, y desde allí el excursionista podrá disfrutar de una impactante panorámica de la Sierra de Los Tarjados o Talampaya -hacia el sur-, parte de la Precordillera -al oeste-, y la Sierra del Famatina.
Mientras que, en el descenso hacia la pintoresca ciudad de Villa Unión, el turista quedará absorto ante la singular faceta de la Cuesta de Miranda denominada El Abanico, la cual aparece como una curiosidad del relieve, producto de la constante erosión natural a la que se halla sometida la zona.
Se ubica a 35Km. al oeste de la ciudad de Chilecito sobre Ruta Nacional Nº 40.
Su punto máximo de ascenso es conocido como El Bordo Atravesado, y desde allí el excursionista podrá disfrutar de una impactante panorámica de la Sierra de Los Tarjados o Talampaya -hacia el sur-, parte de la Precordillera -al oeste-, y la Sierra del Famatina.
Mientras que, en el descenso hacia la pintoresca ciudad de Villa Unión, el turista quedará absorto ante la singular faceta de la Cuesta de Miranda denominada El Abanico, la cual aparece como una curiosidad del relieve, producto de la constante erosión natural a la que se halla sometida la zona.
Se ubica a 35Km. al oeste de la ciudad de Chilecito sobre Ruta Nacional Nº 40.
Cuesta de Miranda, al rojo vivo.
Una fresca mañana de Agosto, partí desde la ciudad de La Rioja rumbo a Chilecito, para cruzar el imponente cordón serrano del Famatina rumbo a Villa Unión, esto se logra atravesando la Cuesta de Miranda, sobre la RN40 se encuentra este espectacular camino de cornisa, se trata de uno de los caminos más sinuosos de la Argentina, construido en la década del 1920, y si bien casi no posee pavimento, esta contenido por un muro de rocas del lugar para evitar posibles derrumbes, el camino esta flanqueado por profundos valles y desfiladeros que resguardan colosales paredones al rojo vivo a lo largo de diez kilómetros, había oído hablar muchísimo de este lugar y siempre tuve ganas de ir, así que hacia allí fui...
Tipo seis de la mañana aborde un bus provincial desde la terminal de esa ciudad, obviamente en esa época del año (agosto) aun es de noche, por lo que recline mi butaca e intente dormir un rato hasta que aclare y así poder disfrutar de las vistas de la ruta y del amanecer sobre la RN38, esto sucedió cerca del cruce con la RN74, llegando a Patquia, en donde el ómnibus tomo rumbo noroeste y se dirigió definitivamente a la ciudad de destino.
A la vera de la ruta se podían observar a lo lejos unas formaciones montañosas de un intenso color rojo, estos son las Termas de los Mogotes, zona de afloramientos termales aun no explotados; Los Colorados, llamativos murallones de areniscas rojas y ocres donde se localiza la Cueva del Chacho, una caprichosa formación rocosa que durante el siglo XIX sirvio como refugio al caudillo riojano Chacho Peñaloza para esconderse de sus enemigos.
Dejando atrás estos bellos paisajes pasamos por los pintorescos pueblitos de Catinzaco y Vichigasta, este ultimo ubicado al pie de las Sierras de Famatina, interesante lugar para los amantes del terror ya que allí se puede ingresar en las cuevas de sus montes, donde las creencias populares cuentan que habitan duendes, brujas y luces malas; la siguiente ciudad es Nonogasta un pueblo bodeguero por excelencia en donde bien merece la pena una paradita para degustar sus ricos vinos y luego seguir viaje, cosa que lamentablemente no hice ya que por alguna razón que ni yo se decidí seguir rumbo a Chilecito.
Chilecito es la segunda ciudad en importancia en La Rioja, en donde hay muchos e interesantes circuitos turísticos para realizar, que seguramente los haré y se los contare en un próximo viaje, luego de caminar desde su moderna terminal hasta el centro de la ciudad, tomar un buen desayuno en unos de los bares que rodean su plaza principal me dirigí a la vieja terminal de buses, en donde hoy solo operan los minibuses que van hacia los diferentes pueblos de alrededor, y desde allí decidí subirme a uno que me lleve hasta lo que seria la entrada a La Cuesta de Miranda, a Sañogasta, un bello pueblito de añejas casas, gente muy amable y tupidas arboledas que dan una linda sensación de fresco al viajero, y aquí es donde decidí esperar el ómnibus que día a día cruza la tan ansiada Cuesta de Miranda.
Dado que ya era pleno mediodía busque una despensa a la vera d ela RN40 en donde poder comer algo, y muy amablemente la dueña me preparo unos ricos sándwich de fiambre, los que comí mientras miraba en la PC de ella hermosas imágenes de su pueblo y algunas otras que me anticipaban lo que vería al comenzar a adentrarme en la Cuesta de Miranda... ella era la encargada de turismo del lugar.
Y así llego la hora de llegada del ómnibus, puntual apareció por la ruta y paro para llevarme hacia lo que seria un hermoso viaje de mas de un centenar de curvas y contracurvas, casi 400, y bellos paisajes hacia el lado que se mire.
La cuesta de Miranda une Chilecito con Villa Unión, es un espectacular camino de cornisa flanqueado por profundos valles y desfiladeros resguardando colosales paredones al rojo vivo, a lo largo de doce kilómetros, hay numerosos tramos muy bien conservados del antiguo Camino del Inca, era el paso obligado entre el Cuzco y Cuyo, una red vial de varios siglos. Se especula con que en un futuro próximo ese circuito sea declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Hacia los laterales del ómnibus se desplegaba un gran valle de dos colores: el verde y el rojo reaparecen al mismo tiempo con su máxima intensidad. A esta altura, los cactus ya conforman una multitud que parece bajar del cerro en procesión, y al fondo de una escarpada quebrada el Río Miranda caracolea de manera caprichosa.
El camino sube y baja alternadamente, y cada tanto aparecen algunos cascotes de arcilla derrumbados sobre la ruta. El asfalto se acaba (son solo 4 kms), y el camino también se funde en un rojo arcilloso (está en buen estado y cualquier vehículo lo puede transitar).
Los precipicios superan los doscientos metros de altura, y el rojo del paisaje se vuelve cada vez más intenso. Finalmente arribamos a un mirador llamado “Bordo Atravesado”, a 2020 msnm., el punto más alto de la cuesta, esta es la parte más vistosa de este camino, desde donde se puede observar una admirable vista panorámica de las Sierras de los Tarjados (Talampaya), hacia el sur, parte de la precordillera, hacia el oeste y toda la policromía del Famatina.
El ómnibus a ritmo cansino y en medio de una importante polvareda que el mismo levantaba atravesando curvas, contracurvas, retrocediendo cuando se encontró con un camión en sentido contrario para dejarle paso, llegamos a Los Tambillos, un parador y almacén de ramos generales para la gente de la zona en medio de la nada, allí nos detuvimos unos quince minutos a estirar las piernas y tomar algo fresco, rodeados del verde y rojo de las montañas, un lugar muy bonito en estado casi salvaje, y desde allí hicimos el ultimo tramo ya en el llano hasta Villa Unión, ciudad a la que arribamos alrededor de las 17.30hs, previo paso por Pagancillo, ciudad que se destaca por su excelente vino patero.
Automáticamente mientras viajaba por La Cuesta de Miranda recordé el también hermoso camino a Iruya, y les aseguro amigos que este nada tiene que envidiarle a aquel, quizás Iruya en si mismo tenga mas mística que Villa Unión o Chilecito, depende del lugar desde donde arranquen, pero la experiencia de ver esos colores, esas cornisas, los precipicios, de sentir la sensación de vértigo en cada curva no tiene precio, es un paseo muy recomendable y en cada uno de los extremos del camino el viajero se encuentra con ciudades muy bien preparadas para recibirlos, tanto en hotelería, como en lugares para ver y en medios de transporte para seguir conociendo sin tener que desandar el camino y así poder avanzar a nuevos destinos.
Una vez en Villa Unión averigüe para visitar otro de los lugares pendientes, el Talampaya, pero no me daba el tiempo, así que desde allí tenia dos opciones, tomar un bus a San Juan o volver a Patquia y de allí a mi querida Olta, por uno u otro camino iba a llegar e esa ciudad, pero opte por lo mas corto, ir a Patquia y de allí tomar un bus que me deje en Olta, y así hice... quedándome con ganas de hacer Talampaya, pero prometiendo volver apenas tenga la oportunidad.
Y así lo hice, durante el mes de febrero volví a la ciudad de La Rioja, luego de haber pasado por las ciudades de Villa Angela, en Chaco donde disfrute de los carnavales impresionantes de esa ciudad y de amigos que allí tengo, y luego recorrer la capital de Córdoba y sus alrededores a la vez que disfrutaba de la compañía de mi familia y amigos.
Parque Nacional Talampaya, Patrimonio de la Humanidad.
Arribe a la terminal de Ómnibus de La Rioja en plena madrugada,a bordo de una moderna unidad de la empresa sanjuanina SOCASA SA proveniente de Córdoba, decidí dejarme el día de llegada para atender unos asuntos personales y disfrutar de la simpleza de una muy bella y acogedora ciudad y al otro día partir hacia Villa Unión en donde, según la información de la radio se festejarían los carnavales con comparsas y chaya, y obviamente no me la iba a perder, así fue que al siguiente día, invitado por el amigo David Arce, de Arce BUS, partí rumbo a esa ciudad, deseando llegar al Talampaya, el ómnibus paso por allí tipo 17.00 hs, ya era tarde para bajarme, por lo que decidí finalmente ir a Villa Unión y disfrutar de la noche de Carnaval, averiguando con los choferes la posible forma de llegar al otro día a Talampaya, la opción vía ómnibus era tomar el de madrugada, cuatro de la mañana aproximadamente, y ellos al haber camping allí suponían que la confitería debería de estar abierta, solo suponían..., sino la otra era contratar un remis o un tour desde el pueblo.
Una vez llegado a Villa Unión me dirigí a la Oficina de Turi.
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