Además del tradicional Festival de Cosquín, tallan fuerte el de Chamamé en Corrientes, el de Doma y Folklore en Jesús María, el de La Chaya en La Rioja y el de Malambo en Laborde. Pero no es todo: también hay otros multitarget y numerosas fiestas provinciales. Es un clásico: cada año, cuando la pantalla de Crónica TV anuncia en placa roja que Estalló el verano, eso significa al menos dos cosas: la primera, que el televidente conoce ya de sobra ese estallido, porque lo ha experimentado en carne propia, en forma de sensación térmica. La segunda, que es tiempo de festivales folklóricos, a lo largo y ancho del país. Y como muchos de esos festivales están ligados a ese difuso ser identitario de eso que se autodenomina “el campo”, enunciado desde las llanuras o las sierras gringas y chacareras argentinas, la prosperidad de estos megaeventos está directamente relacionada con la prosperidad de ese “campo argentino”. A veces, tratándose de eventos en su mayoría sostenidos por el Estado, con
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