Navegando por el soberbio y poderoso Paraná de las Palmas en ocasiones el pescador deportivo prefiere doblar en el arroyo Capitancito y luego en el arroyo Durazno que lentamente se va ensanchando hasta convertirse en el Aguaje del Durazno que vuelca sus aguas en el Río de la Plata en una zona baja y llena de bancos de arena a la que se conoce con el nombre de Bajos del Temor.
Estacionados en el Arroyo Caracoles
La navegación entre los arroyos es una experiencia impactante, la vegetación sin control domina el paisaje, pocas casas y en general construidas sobre pilotes altos para evitar las crecidas del río que suelen ser importantes; conociendo algo de la historia del lugar no puedo evitar repasarla mientras la embarcación se desliza lentamente en el agua achocolatada teñida por los sedimentos de arena y limo que arrastra desde algún lejano río del norte argentino.
Los primeros pobladores de la zona fueron los Guaraníes, ellos buscaban “la tierra sin mal” y aquí la encontraron, al menos por un tiempo. En esta zona vivían de la caza de las nutrias, ciervos de los pantanos, carpinchos y patos, también de la pesca de grandes surubíes, patíes, bagres y dorados que eras sus favoritos. Pero un día fueron corridos y reemplazados por las colonias, los inmigrantes europeos que prefirieron las plantaciones de árboles frutales como el durazno, la naranja y algunas vides e higueras, también la apicultura prosperó en aquellos tiempos.
Pero en los últimos años del siglo XIX toda esta zona se pobló de matreros y fugitivos de la justicia que comenzaron a asolar a los vecinos de la zona. Entre esta gente de alta peligrosidad y pocos escrúpulos hubo algunos que se dedicaron a la piratería, tal el caso de Marica Rivera, una joven de larga cabellera negra, robusta y regordeta quien tuvo en vilo a la región entre los años 1870 y 1880. Marica comandaba la banda más peligrosa y feroz que existió en las islas junto a su pareja, un tal Delgado al que apodaban “El Correntino Malo”.
La pareja y sus secuaces vivían sobre el arroyo La Paciencia y tenían como escondite de su embarcación la isla La Paloma, muy cerca de la desembocadura del Paraná Bravo, un brazo del imponente y caudaloso Río Paraná. Este lugar funcionó al estilo de la famosa Isla Tortuga en el Caribe donde piratas y corsarios tenían sus bases de operación para acosar y diezmar a los galeones españoles, claro que en otra escala. La pirata Marica, el Correntino Malo y su banda fueron absolutamente sanguinarios y nunca dejaron sobrevivientes de sus atracos. Sus principales víctimas eran los veleros y pequeños barcos que encallaban en las zonas bajas o que debían trasladarse lentamente a causa de los traicioneros bancos de arena. Pero no fueron sus únicas víctimas, también practicaron el cuatrerismo robando ganado a las quintas y asaltaron las carboneras de italianos que producían leña para calentar y cocinar en los hogares de Buenos Aires.
En 1875 la situación se había tornado muy grave y los gobiernos de Entre Ríos y Buenos Aires decidieron trabajar en conjunto para limpiar el delta de esos malhechores, para ello encomendaron la tarea a los Coroneles Eduardo Nodal y Anselmo Ojeda y los comisarios Agapito Reynoso y Luis Ávalos a quienes destinaron hombres y el vapor Resguardo de la Armada Nacional, para llevar a cabo la misión.
Recién en 1880 pudieron cercar y atrapar a Marica, el Correntino Malo y 5 de sus secuaces, lo hizo el teniente Agapito Zapata siguiendo la denuncia de una mujer que había escapado de los piratas. Los 7 prisioneros eran trasladados por barco custodiados por Zapata y varios policías y en la zona hoy conocida como Los Bajos del Temor y por causas no bien determinadas decidieron estacar a los prisioneros en una isla de arena que había quedado fuera del agua por una bajante esperando que la creciente los ahogara. Los cuerpos nunca se encontraron pero los piratas jamás volvieron a la acción.
Cuenta una leyenda del delta que varios años después una embarcación de tres mástiles que navegaba por la zona quedó varada, el capitán, la tripulación y los pasajeros fueron asesinados por los fantasmas de Marica Rivero y su banda, también dice que aun hoy siguen vagando por el lugar y los Bajos del Temor llevan ese nombre debido a este hecho.
La voz de mi amigo me devuelve a la actualidad, me pide que vaya hasta la proa porque va a atracar y yo soy el encargado de dos cosas: tirar el ancla y amarrar el barquito a las ramas gruesas de algún sauce que pueblan toda la costa del arroyo Caracoles, nos encontramos a escasos metros del Aguaje del Durazno y muy cerca de su desembocadura en los Bajos.
Atardecer en los Bajos del Temor
En ese lugar hemos hecho noche en varias oportunidades, pescamos muy bien casi siempre y nunca jamás vimos los fantasmas de Marica y sus piratas.
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