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Si se habla de deportes de honda raigambre nacional, todo comienza con el Pato.

Destreza, coraje y bravura son condiciones indispensables para este deporte de a caballo que nació en nuestro territorio hace cuatro siglos. Declarado deporte nacional en 1953, el Pato también se arraigó en Europa como fecundo embajador de nuestras tradiciones.
Si se habla de deportes de honda raigambre nacional, todo comienza con el Pato. Hace nada menos que cuatro siglos que este juego se viene desarrollando en tierra argentina. En etapas iniciales, la falta de una reglamentación establecida marcaba notables diferencias con la forma en que hoy se lo practica. Pero el Pato siempre demandó la presencia en la cancha de eximios jinetes, capaces de moverse con habilidad, arrojo y bravura, y de caballos veloces, resistentes y de probada guapeza. Unos y otros protagonistas fueron evolucionando en su adaptación a las rigurosas exigencias de la competición y los renovados cambios reglamentarios. Cada partido constituye una genuina fiesta en la que se celebra la vida del campo y su gente.


Hemos rescatado una descripción de una corrida -así se las llamaba entonces, vinculándolas con la lidia de toros-, obra del naturalista y marino español Felix de Azara (1746-1821), quien la ubica en 1610, en los suburbios de Buenos Aires con motivo de la beatificación de San Ignacio de Loyola. "Para una corrida se juntan dos cuadrillas de hombres a caballo y se señalan dos sitios apartados entre sí como a una legua. Antes se cose un cuero en el que se introduce un pato dejando la cabeza afuera. El referido cuero tiene dos asas o manijas que son tomadas por los dos más fuertes de cada cuadrilla, situados en el punto medio de la distancia entre ambos sitios. Metiendo espuelas los jugadores tiran fuertemente hasta que el más poderoso se lleva el pato quitado a su rival. El vencedor echa a correr y los del bando contrario lo persiguen y lo rodean tratando de tomar alguna de las manijas. Si lo logran se ponen a tirar del modo relatado, resultando al final ganadora la cuadrilla que llega con el pato al punto señalado como meta", narra Azara, cuyo nombre fue asignado a una calle del barrio porteño de Barracas.

El espíritu del juego y la carencia de normas hacían que la puja tuviese rasgos de lucha larga y sostenida. Un deporte popular y violento, ideal para mostrar las claves de la existencia cotidiana del paisano de las pampas. Curiosamente surgen afinidades entre esta imagen primera del Pato y la versión inaugural de lo que después sería el fútbol, que tuvo por escenario la campiña toscana, en Italia.
En este caso se enfrentaban habitantes de dos pueblos vecinos y vencían quienes llevaban el consabido cuero, que guardaba la testa de un animal, hasta el caserío de los adversarios. El cuero, naturalmente, era empujado a patadas.

Prohibición y reglamento.

Según se aprecia, el Pato era realmente riesgoso para sus primitivos cultores y no pocos partidos concluían con exhibición y variado uso de cuchillos, elemento tan apegado como el caballo a las faenas y la subsistencia del gaucho. De ahí que, al margen de las honras al buen Loyola, la Iglesia presionara para prohibir semejante juego. Las gestiones fructificaron en 1822, por un decreto más tarde ratificado por Juan Manuel de Rosas. Cuesta imaginar a Rosas, ganadero y sobre todo líder de tropas gauchas, oponiéndose a la práctica del Pato. Pero aparece la excelente pluma de Guillermo Enrique Hudson firmando la crónica en cuestión.


Recién en 1937 asoma Alberto del Castillo Posse dedicado a darle impulso a la renovación del Pato: redacta un completo reglamento, introduce el uso de la silla sobre el caballo, idea la pelota de cuatro asas y luego las amplía a seis, como las actuales. En 1938 el gobernador Manuel Fresco -conservador y rosista- deroga la prohibición. De las corridas se avanzaba al deporte organizado.

Nuevas reglas y deporte nacional.
El 5 de abril de 1941 fue fundada la Federación Argentina de Pato, que procedió a actualizar las normas del juego. Y el 16 de setiembre de 1953 se lo declaró deporte nacional y se fijaron reglas definitivas.

Los equipos están compuestos por cuatro jugadores que, mediante pases y combinaciones, procuran eludir la acción de sus rivales y finalmente introducir el pato en un aro de 1 metro de diámetro, ubicado sobre postes de 2,4 m que se enclavan cada uno en las cabeceras de la cancha. ésta mide entre 180 y 220 m de largo por entre 80 y 90 de ancho.

Es obligatorio que el jugador que tiene el Pato lo ofrezca a sus adversarios con el brazo extendido en posición perpendicular a su cuerpo y correctamente sentado en la montura. Cualquier movimiento que se realice para impedir que el rival tome una manija -salvo que sea para efectuar un pase o tirar al aro- es una falta: se denomina "negada" y la sancionan los jueces. Si dos adversarios se prenden a sendas manijas se origina una "cinchada", que se ejecuta sin que se apoyen en la silla o en el caballo, es decir que se "cincha" a puro brazo y pierna.

Otra jugada ya clásica es la "levantada": desde su silla, por el lado derecho del caballo, el jugador se inclina hasta llegar con su mano a alzar el pato que ha caído al suelo. Para facilitar esta maniobra la montura tiene como base un "lomillo" similar a los utilizados por los jinetes entrerrianos. De ésta base cuelga una trenza de cuero de la cual se toma el jugador con su mano izquierda.

Los jugadores son calificados de 0 a 10 puntos y hay torneos en los que, para emparejar chances, reciben ventaja los equipos de más baja valoración conjunta. Los partidos se dividen en cuatro o seis períodos de ocho minutos de juego y los intervalos duran cuatro minutos, para posibilitar el cambio de caballo. Controlan el juego dos jueces montados, y uno situado fuera de la cancha dictamina en caso de discrepancias. El Pato ha alcanzado mayor auge en las provincias de Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Salta, Mendoza, Santa Fe, Neuquén, Entre Ríos y Corrientes.

Su majestad, el caballo.
El tiempo y las sucesivas reglamentaciones han ido influyendo en la clase de caballo elegido para este deporte. Desde el criollo y su mestización con el de tiro liviano, las características del animal se fueron aproximando a las del caballo de Polo. Velocidad y simpleza de manejo son virtudes esenciales. Por ello se insiste en cruzas con los de sangre pura de carrera, aunque se busca que tengan menos altura y más fuerza. La estampa del caballo de Pato merece especial atención en las exposiciones de la Sociedad Rural. A la raza se la nombra como tipo Polo y Pato. En el orden socioeconómico, jugadores y cabañeros de Pato son a los de Polo lo que la gente de trote es a la de turf.


El Pato en el mundo.
En la década de 1960 el juego llegó a Francia gracias a reiteradas visitas y giras de delegaciones nacionales. La aceptación fue entusiasta y en 1978 se fundó en París la Federación Internacional de Pato Argentino (denominación con un reconocimiento de origen similar al relativo a la pelota vasca).

El Pato se empezó a practicar regularmente en Francia y en el norte de España. Por esta región, sin embargo, se modificaron las reglas de juego para que tuvieran acceso aficionados sin una consumada destreza de jinetes. La variedad se denomina Horse Ball.

Tal como sucede con el Polo, equipos y jugadores argentinos viajan a otros países de América y Europa, y ofrecen exhibiciones con el propósito de difundir el deporte. Las perspectivas futuras son, entonces, ciertamente favorables. El Pato es fecundo embajador de las más arraigadas tradiciones culturales de nuestro país.

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