El Lago Argentino es el más sureño entre los grandes lagos que yacen a los pies de los cerros de la Patagonia Argentina.
Ninguna otra región de los Andes Patagónicos como ésta, en los alrededores de los lagos Argentino y Viedma, ofrece una contigüidad tan fuerte entre cada una de las áreas asiduamente visitadas por el turismo internacional merced a la belleza del paisaje y a sus zonas desconocidas hasta por los andinistas.
El límite entre las dos está dado por la misma predisposición del territorio, donde se encuentran las mesetas y la cordillera, las estepas y la floresta pluvial, donde los lagos y los glaciares son al mismo tiempo obstáculo y posible vía de penetración.
A través de una visión global de la relación entre la naturaleza de los lugares y la historia de la exploración y del andinismo, pretende ofrecer una contribución a la comprensión total que enriquece tanto los sueños como las experiencias de los viajes patagónicos.
LAGO ARGENTINO.
El Lago Argentino es el más sureño entre los grandes lagos que yacen a los pies de los cerros de la Patagonia Argentina. Su superficie se encuentra a sólo 185 metros sobre el nivel del mar. Sus brazos occidentales se adentran profundamente en la Cordillera y en ellos desaguan numerosos glaciares provenientes de los casquetes del Hielo Patagónico Sur. Los glaciares Moreno y Upsala sumergen en él de modo espectacular sus frentes de los que se desprenden continuamente los témpanos que, empujados por el viento, navegan hacia la parte oriental y más abierta del lago y pueden llegar hasta la orilla donde el clima es ya el clima árido de las estepas de las mesetas.
Su emisario es el Río Santa Cruz, río que desagua en el estuario de Santa Cruz del Océano Atlántico.
Hoy se lo puede visitar fácilmente gracias a las buenas comunicaciones entre Río Gallegos y Calafate, pueblo oficialmente fundado en 1927 y devenido en la localidad turística más importante de la provincia, con buenos servicios y principal punto de partida para excursiones y ascensiones en la región.
Desde el punto de vista de la exploración y de la práctica del andinismo, los relieves de mayor interés se alzan en los alrededores de los largos brazos occidentales, que constituyen también las vías de acceso a los respectivos sectores del Hielo Patagónico Sur. Por ello los agrupamos en esta descripción a pesar de que se trate de cordones diversos desde el punto de vista geográfico. Tenemos incluso al Lago Viedma y a las montañas que se extienden entre este lago, el Lago Argentino y el Hielo, también un área muy vasta y poco conocida que se extiende hasta el Río Túnel.
Los límites de la presente descripción fueron fijados según el criterio del común acceso general poniendo como tal, al Sur, al Glaciar Dickson. Además, por contigüidad, consideramos hacia el Oeste también los cordones principales hasta la Meseta (Altiplano) Japón y hasta los Fiordos Peel y Calvo del Océano Pacífico, ya que en esta zona los fiordos del océano y los brazos de los lagos se encuentran particularmente cerca.
Muchos cerros son grandiosos. En algunos casos sus rocas son de tipo granítico, pero muy a menudo son esquistosas y casi siempre se encuentran revestidas por hielos. No es simple escalarlos: por lo general largos glaciares, agrietados, entrecortados por cascadas de seracs, tornan problemática la aproximación. También por esta razón han sido poco visitados y mayormente la ascensión a los mismos ni siquiera fue intentada por los andinistas. Todavía hoy existen dudas sobre las posibilidades de algunos pasajes y conexiones. Algunos andinistas que en ellos se adentraron vivieron momentos difíciles e incluso, a veces, dramáticos.
Las estribaciones más cercanas al lago fueron visitadas con menores problemas aunque también aquí el frecuente mal tiempo patagónico hizo que la suerte se torne necesaria para llegar a la cumbre incluso cuando las dificultades técnicas son muy escasas.
También persisten en nuestros días algunos problemas abiertos por el trazado de la frontera entre Chile y Argentina: un contencioso que ya al final del Siglo XIX había estimulado la exploración geográfica de los lugares, exploración que en este sentido no resulta concluida aún.
Gran parte del territorio montañoso de esta amplia región está comprendida en el Parque Nacional Argentino "Los Glaciares", instituido en 1937.
EL NOMBRE DEL LAGO.
"... en la inmensa soledad, la naturaleza que te hizo, no te dio nombre: la voluntad humana desde hoy te llamará ¡Lago Argentino! Que mi bautismo te sea propicio..."
Francisco P. Moreno
Con estas palabras pronunciadas el 15 de febrero de 1877 Francisco Pascasio Moreno (1852-1919) le atribuyó al lago el nombre que perduraría a través de la historia. El fue el primero en desplazarse sobre el lago y ese lugar, a 45 km al Oeste de Calafate, desde donde se adentró con el bote, fue llamado Punta Bandera, siendo justamente izada allí, por él mismo, una bandera. Todavía hoy sigue siendo el lugar más adecuado para el atraque de las embarcaciones.
Sin embargo el lago era ya conocido por los indios tehuelches nómades que recorrían campos y cañadones entre el Río Santa Cruz y el territorio de Magallanes. Es de suponer que le dieron un nombre también al lago, nombre que sin embargo se fue perdiendo junto a gran parte de la tradición oral de estos indios.
Los exploradores blancos que llegaron al lugar durante la segunda mitad del Siglo XIX no lograron entender en realidad dónde habían arribado cuando se encontraron frente al lago. Así Fitz Roy en 1834, luego de haber remontado el curso del Río Santa Cruz, no se dio cuenta ni siquiera de que se encontraba frente a un lago, y desde lejos llamó a aquella amplitud simplemente "llanura del desengaño". El marinero inglés H. G. Gardiner, quien era integrante de la expedición organizada por Luis Piedrabuena y que llegó al lugar en 1867, lo llamó "La Laguna del Río". El capitán Feilberg, constatando en 1873 que desagua en el Lago Río Santa Cruz, consideró en cambio que se trataba del Lago Viedma, ya conocido desde 1786.
Fue la cuestión de los límites entre Chile y Argentina lo que empujó hacia una exploración más detallada. Así, en su viaje de exploración durante el verano de 1876/77, el perito argentino Francisco P. Moreno avanzó por el Canal de los Témpanos para entender la orografía de los brazos meridionales y llegó así al Brazo Rico. En aquella ocasión bautizó al lago y le dio nombre también a la Península Avellaneda, a los Cerros Buenos Aires y Frías y al esbelto Cerro de Mayo que se ve desde Punta Bandera.
En el Lago Argentino penetran dos grandes penínsulas. La más silvestre es la Península Avellaneda, lugar donde después del retiro de los colonos que habían llegado desde Punta Bandera quedaron vacunos que se volvieron finalmente salvajes. Sobre los costados de sus cimas cubiertas de escombros, visitadas por el Padre De Agostini en 1930/31, crece una floresta ya de tipo pluvial, rica en fucsias y típica de los brazos occidentales del lago.
Al norte de la Península Avellaneda se encuentra la angostura lacustre llamada "La Garganta" o "Puerta del Infierno": un canal largo y ventoso, cuya navegación no es siempre factible ni siquiera con las actuales embarcaciones, y a través de la cual se llega al Brazo Norte del lago y a sus ramificaciones.
La Península Magallanes es en cambio fácilmente alcanzable ya que se encuentra conectada al terreno de las terrazas de Calafate. La vegetación es allí más escasa y un camino de ripio, abierto por Parques Nacionales durante los años '60, recorre su pendiente Sur y termina frente al glaciar Moreno, a 80 km de Calafate. Sus relieves son en parte pasturas utilizadas por las estancias. Emergen de ellos los cerros Buenos Aires y Frías, escalados por Hauthal en 1899-1900 y más tarde por Prichard en 1901, quien hizo en ellos la primera recolección botánica sistemática y que para recordar a un botánico llamó Burmeister a la península, nombre que luego no se confirmó.
Detengámonos un poco más en los nombres subrayando que en toda la región el baile de los topónimos no fue un tango sino más bien un vals. Esto provocó también alguna confusión en la atribución de itinerarios y ascensiones y todavía es causa de varios posibles equívocos. Si bien en lo que respecta a la ubicación sobre el terreno es hoy en día cada vez mayor el número de personas que se mueven dotados de GPS (Geo Positioning System) pudiendo así recibir indicaciones vía satélite de longitud y latitud del lugar en el que se encuentran, los topónimos permanecen sin embargo ligados a un mundo de emociones y de historia cuyo significado va más allá de aquél de las simples coordenadas geográficas, y que comprenden los equívocos que se deben devanar en la confrontación de cuentos, mapas e ilustraciones de varias épocas. En los últimos años, la mayor concurrencia al lugar aumentó la confusión debida a nombres atribuidos sin previas investigaciones o sin sensibilidad por la historia y la naturaleza de los lugares. De esta forma el mismo cerro puede encontrarse con diversos nombres en distintos mapas y estar en ambos en posiciones erradas con respecto a la atribución original.
El historiador del Instituto de la Patagonia de Punta Arenas, Mateo Martinic, señala que en los inicios del siglo XX resultaba vivo por ejemplo para el Lago Argentino un topónimo empleado por los baqueanos que transitaban el Cordón Baguales y lo llamaban "Laguna Santa Cruz".
La denominación "Península Magallanes" se debe en cambio al teniente Juan Tomás Rogers, científico británico al servicio de Chile que llegó al lago en 1877 y en 1879 proveniente del Sur y acompañado por Santiago Zamora, el más renombrado baqueano de la región. El nombre de Zamora, legendario exponente de los solitarios cazadores aventureros que acompañaban a los exploradores se encuentra todavía en los viejos mapas que indican un "Paso Zamora" cerca del Hito Número 63 sobre el Cordón Baguales.
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