Durante el mes de septiembre se realiza en Montecarlo la fiesta nacional de esta preciada flor que, con más de 300 especies, atrapa a turistas y desvela a orquideólogos. Una ley que prohíbe que salgan de Misiones con sus raíces sueltas, dio impulso a un proyecto con comunidades aborígenes.
Los obreros provinciales iban abriendo surcos en medio de la selva misionera mientras los árboles talados caían pesadamente y las plantas y flores, yaciendo en matas multicolores, iban quedando a la vera del trazado. Lentamente se fue perfilando el primer tramo de la ruta nacional 17 que uniría a la ciudad de Eldorado con la localidad de Bernardo de Irigoyen.
Fue entonces cuando Margarita "Rita" Franke, acompañada por su marido, comenzó a ir, todos los domingos, al rescate de esas plantas arrancadas a la tierra, que tenían como destino el fuego. Con el correr de los años, las orquídeas se convirtieron en una pasión de la cual esa mujer no se pudo despegar. Hoy Rita posee uno de los ocho orquidearios que son el atractivo turístico y comercial de Montecarlo, una pequeña ciudad de 15 mil habitantes ubicada a 180 kilómetros de la capital, Posadas, y a 120 de la ciudad de Iguazú.
En el mes de septiembre el parque Juan Vortisch se engalana para recibir a los turistas que se dan cita para apreciar la calidad y variedad de las orquídeas que se producen en esta región. Más de 350 especies de colores y formas diversas pintan de alegría el lugar. Las seis hectáreas que ocupa el predio se encuentran cubiertas de árboles centenarios, plantas autóctonas, flores y de un laberinto vegetal de 1.715 metros, nada menos, que es orgullo de los lugareños.
Rita Franke es oriunda de la zona y, como su marido, desciende de colonos alemanes. Se dedica a las orquídeas desde hace más de 40 años, pero fue durante la década del 90 cuando se abocó a comercializarlas: "La vocación por las orquídeas me surgió porque no sé qué tienen estas flores que de alguna forma te atrapan", asegura esta atildada mujer de rasgos nórdicos. En una zona naturalmente maderera y yerbatera, las orquídeas se han ido ganando un lugar. Durante la primavera, la ciudad de Montecarlo se convierte en un mundo de flores entre las que prima el Dendrovio, de origen asiático.
Sendero de interpretación.
El trabajo en los orquidearios, que comenzó de una manera artesanal y sin contar con información suficiente, se fue enriqueciendo gracias a literatura traída de otros países. En la actualidad, los orquideólogos de Montecarlo les han tendido la mano a sus hermanos aborígenes de la etnia mbyá-guaraní de Teko' a Arandú, en Pozo Azul, departamento de Eldorado. Una ley provincial que prohíbe que las orquídeas salgan del territorio con sus raíces sueltas, les sirvió de vehículo para brindar talleres a los pobladores originarios con el fin de realizar mejores presentaciones de estas especies para su comercialización con el turismo: hoy las flores se venden enraizadas en pedazos de troncos, en maderas o en macetas, de tal manera que el aborigen -que consigue las orquídeas en la selva donde crecen naturalmente-, logra una forma de hacerse de dinero en efectivo. Anteriormente los guaraníes vendían manojos de plantas a un precio vil.
"La vocación por las orquídeas me surgió porque no sé qué tienen estas flores que de alguna forma te atrapan".
Los mbyá-guaraníes de Pozo Azul conforman una población aproximada de 50 familias, en una reserva forestal de 5.014 hectáreas ubicadas a lo largo de la ruta provincial 17. Los guaraníes, esencialmente cazadores y agricultores, debido al empobrecimiento del entorno natural han sido empujados a la marginalidad. La ausencia de fauna nativa -su principal fuente de alimentación- los ha llevado a buscar otras formas de subsistencia como los empleos transitorios y la venta de artesanías y de plantas ornamentales. Por ello resultan casi milagrosos los talleres dictados por orquideófilos y los emprendimientos de tipo ecoturísticos desarrollados por docentes y estudiantes de la Facultad de Ciencias Forestales, dependiente de la Universidad Nacional de Misiones. Encabezados por el ingeniero Héctor Kéller, a principios de julio de 2003 se dio inicio a un emprendimiento que busca llevar adelante acciones como un sendero de interpretación de la naturaleza, recorrido en el cual los visitantes pueden apreciar la flora, la fauna, los saltos, las cascadas y las formaciones rupestres. En el camino se ha implementado una serie de carteles con los nombres guaraníes de las plantas: "Esta comunidad tiene su sendero de interpretación desde hace ocho o nueve meses, pero es poco el turismo que ha llegado, en parte por la falta de difusión", afirma Kéller con humildad.
El proyecto de las orquídeas nació como recurso sustentable y apuntando a frenar la sobreexplotación que se hacía de las mismas: "A ellos les gustó la idea", prosigue Kéller, "porque ven que la gente que trabaja en los viveros de orquídeas produce grandes cantidades, vende a buen precio, le va bien y vieron también el interés de esta gente en ayudarlos". La comercialización de orquídeas y artesanías les está dando buen resultado, pero la demanda está agotando los recursos y es por ello que surgió la idea de los senderos de interpretación. Se busca exhibir las orquídeas dentro de un muestrario de manera más atractiva.
Orlando da Silva es un guaraní de 27 años residente en Pozo Azul, que tempranamente ha formado una familia integrada por su mujer y seis hijos: "Nos falta apoyo pero igual estamos trabajando en los senderos y estamos plantando orquídeas en macetas y las vendemos. Las dejamos estacionar a la sombra durante cerca de un mes y cuando vienen los turistas se las ofrecemos. Las plantas medianas las vendemos a 4 pesos con la maceta incluida; sin maceta las comercializamos a 2 pesos, y con eso vamos viviendo", afirma este hombre de mirada triste y piel curtida. Orlando mira al vacío y se toma su tiempo para reflexionar: "Nos interesa integrarnos y por eso tenemos una escuela bilingüe en la que se estudia en guaraní y en español, pero necesitamos maestros porque les hace falta a los niños aprender esta lengua", dice.
Así es como, de la mano de Héctor Kéller y de los orquideólogos como Rita Franke, dos mundos tan distintos como los de la gente de la ciudad de Montecarlo y los habitantes de la aldea de Pozo Azul, con la excusa de las orquídeas, han pintado de colores y esperanzas una parte de la geografía misionera.
Ciudadana del mundo.
Las orquidáceas, nombre común de esta familia, engloban a uno de los grupos más nutridos de plantas con flor. Esta familia vegetal crece a nivel mundial y sólo está ausente en la Antártida y en algunos de los desiertos más áridos de Eurasia. La mayor diversidad de géneros y especies se da en las regiones tropicales y han sido poco estudiadas. Por ello, y por la complejidad de la familia, las estimaciones del número de especies de orquídeas oscilan entre 15 mil y 25 mil, agrupadas entre 400 y 800 géneros. Cerca de la mitad de las especies son epífitas -crecen sobre otras plantas que les sirven sólo como sostén- pero también las hay parásitas y saprófitas -viven sobre vegetación en descomposición-. En Argentina existen más de 300 especies en todo el país y aproximadamente 180 corresponden a la provincia de Misiones. La planta más cultivada es la Dendrovio del tipo nobile, que es fácil de cultivar y se reproduce en árboles, maderas, macetas o donde se la quiera plantar. Para Franke, Misiones es el mejor lugar para la producción de orquídeas: "Acá tenemos calor, una mejor luz, más sol, no hay tantos días nublados durante el año y eso influye mucho. Por supuesto que se las puede cultivar en Buenos Aires si les damos luz artificial, pero el proceso va a ser más costoso".
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