Distribuida en varias aldeas en las márgenes del río Iguazú, vivía la tribu de los guaraníes. Sus dioses eran Tupá, el dios del Bien, y M'Boy, su hijo rebelde, el dios del Mal. Éste era la causa de las dolencias, las tempestades, las plagas y los ataques de animales feroces y de tribus enemigas.
Con el fin de protegerse del dios del Mal, todas las primaveras los guaraníes le ofrecían una bella esposa, que así quedaba definitivamente alejada de la posibilidad de amar a alguien. A pesar de este sacrificio, la elección era para las jóvenes un privilegio, motivo de honra y orgullo.
Naípi, hija de un gran cacique y conocida en todas partes por su belleza, fue un día la elegida. Feliz, esperaba con ansiedad el momento de convertirse en la esposa del dios tan temido.
Comenzaron los preparativos para la gran fiesta. Llegaban invitados de todas las aldeas para conocerla. Entre ellos estaba Tarobá, guerrero valiente, famoso y muy respetado por sus victorias.
Quizás por la voluntad del buen dios Tupá, Tarobá y Naípi se enamoraron y empezaron a encontrarse a escondidas a orillas del río. Pero, sin que nadie lo viera, M'Boy los espiaba y día a día aumentaba su furia.
En la víspera de su consagración, Tarobá preparó una canoa para huir juntos al día siguiente, en cuanto todos se durmieran, cansados de los bailes y por el efecto de las bebidas.
Comenzaron la fuga y, cuando ya estaban bastante lejos del lugar, M'Boy llevó a cabo su venganza: lanzó su poderoso cuerpo al espacio en forma de una enorme serpiente; luego, se hundió violentamente en las aguas tranquilas y abrió un cráter en el fondo del río Iguazú. Así se formaron las Cataratas, que tragaron a la frágil canoa. Tarobá fue transformado en una palmera sobre los saltos de agua y Naípi en una piedra en las profundidades. Desde lo alto, el joven enamorado contempla a su amada sin poder tocarla. Sólo le queda murmurar su amor cuando la brisa le sacude las hojas.
Todas las primaveras lanza sus flores para Naípi, como prueba de su amor. Pero la joven siempre está bañada por un velo de aguas claras y frescas que alivian el calor de sus sentimientos.Hasta hoy, M'Boy permanece escondido en una gruta oscura, vigilando atentamente a los jóvenes enamorados. Dicen que cuando el arco iris une la palmera con la piedra, se ve una luz que da forma a los dos amantes y se oyen murmullos de amor y de lamento.
Si te ha gustado el artículo inscribete al feed clicando en la imagen más abajo para tenerte siempre actualizado sobre los nuevos contenidos del blog:
Comentarios
Publicar un comentario
No insertes enlaces clicables, de lo contrario se eliminará el comentario. Si quieres ser advertido via email de los nuevos comentarios marca la casilla "Avisarme". Si te ayudé con la publicación o con las respuestas a los comentarios, compartilo en Facebook,Twitter o Instagram. Gracias.