Padre del legendario personaje de historieta El Cabo Savino, Casalla se instaló en Bariloche hace cincuenta años. Inteligente y cálido, contó el pasado en sus relatos de manera rigurosa.
El Gran Lago, uno de sus últimos trabajos, fue seleccionado por la Unesco como material de consulta contra la discriminación.
Era un valiente suboficial que recorría la zona de los fortines, desmadejando aventuras montado sobre un caballo flaco y apretando un cigarrillo de chala entre sus labios. Era El Cabo Savino, para muchos argentinos un entrañable personaje protagonista de la historieta no cómica de mayor duración en el país: treinta y tres años estuvo en el papel, siempre de la mano de Carlos "Chingolo" Casalla, su creador. "Por ese entonces estaba de moda un personaje, el Sargento Kirk, creado por el italiano Hugo Pratt - comienza a decir Casalla -. Había que hacer una historia más local, más nuestra. Qué mejor que un cabo medio civil, por qué no un perdedor. Así fue que inventamos un antihéroe, El Cabo Savino".
La historieta, nacida en 1954, intentaba reflejar la época previa a lo que se dio en llamar La Conquista del Desierto; década que fue desde 1860 hasta 1870. Eran tiempos de virtual confrontación entre indios pampas y militares de línea. Savino era un fortinero de aspecto desgreñado, mirada incisiva y escasas palabras, al que le tocó protagonizar reiterados actos de heroísmo en capítulos que tenían algo de trivial y de épico a la vez . En treinta y tres años de servicio no recibió un solo ascenso.
Fue la editorial Columba, quien lo rescató de la cotidianeidad del diario y lo trasladó a las páginas de la revista El Tony.
Tan trascendente resultó la tira que, bajo la dirección del cineasta Juan Carlos Abate , en 1989 fue llevada al celuloide. Se llegó a filmar un episodio que se dio en llamar El Tren, e interpretado por Miguel Ruiz Díaz, Aldo Barbero, Haydée Padilla y el desaparecido Arturo Maly. Diferencias de criterios entre el realizador y el historietista hicieron naufragar el proyecto, que originariamente estaba pensado para ser distribuido en el circuito de videoclubs y que saldría en varios capítulos.
Tiempo perdido.
No era la primera frustración de este hombre nacido en mayo de 1926 en el barrio porteño del Abasto: en su adolescencia Casalla había tenido sueños de clarinetista pero la férrea oposición de su madre lo llevó a optar por la carrera de Bellas Artes. "Me habría gustado ser músico, la música llega más rápido, es más impactante", dice como añorando un tiempo que no pudo ser.
A principios de la década del 50 llegó a San Carlos de Bariloche, pero fue recién en 1969 cuando se instaló definitivamente en esa ciudad buscando un lugar más tranquilo, lejos del vértigo de Buenos Aires. Al principio se ganó la vida trabajando como fotógrafo en el cerro Catedral y como guía de turismo. Con el tiempo, desandaría el camino de la historieta con personajes basados sobre hechos reales o legendarios, instalados en el imaginario colectivo. Tuvo el envidiable privilegio de egresar de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón en tiempos en que Antonio Berni y Lino Spilimbergo solían transitar sus aulas dictando clases.
El Gran Lago.
No sólo El Cabo Savino supo salir de su imaginación, también modeló personajes como El Cosaco, Alamo Jim y Larsen, entre muchos otros. Casalla trabajó en medios del interior del país pero fue el diario porteño La Razón el que logró masificar la historieta del Cabo Savino.
Hoy, a los 78 años, este hombre de mirada cálida habita un sobrio departamento el que además le sirve como taller. Sentado junto a su escritorio no se cansa de contar historias. Se apasiona, gesticula. De tiempo en tiempo suele mirar por encima de sus lentes y preguntar a sus ocasionales interlocutores: "No te aburro, ¿no?". Como si alguien se pudiese cansar de sus relatos llenos de colores y matices... Es evidente que Casalla impregna pasión en todo lo que hace, y fue este mismo sentimiento el que lo llevó a publicar en 1994 el libro El Gran Lago, que cuenta la historia de la región del Nahuel Huapi desde 1620 hasta 1883. La obra fue seleccionada por la Unesco como material a ser utilizado en la lucha contra la discriminación racial. "Me gustó tanto aprender de nuestra historia que decidí hacer una recopilación para que la gente supiera también de nuestro pasado", relata sin prisa. El libro ilustrado fue fielmente documentado. " Por ejemplo, en la página 15 se reproduce el acta del descubrimiento del lago - remarca - . La trajo un empleado del museo y conseguí una copia. No macaneé nada", dice extendiendo sus brazos.
A lo largo de su vida, Carlos Casalla ha ido juntando pedacitos de pasado y los plasmó con su visión particular en personajes de historieta, a los que supo dotar con actitudes de heroísmo, rebeldía y gestos de humanidad. El espíritu de El Cabo Savino, ese suboficial poseedor de un costado noble, suele compartir el alma y el corazón de su creador, aunque nadie lo note
El Gran Lago, uno de sus últimos trabajos, fue seleccionado por la Unesco como material de consulta contra la discriminación.
Era un valiente suboficial que recorría la zona de los fortines, desmadejando aventuras montado sobre un caballo flaco y apretando un cigarrillo de chala entre sus labios. Era El Cabo Savino, para muchos argentinos un entrañable personaje protagonista de la historieta no cómica de mayor duración en el país: treinta y tres años estuvo en el papel, siempre de la mano de Carlos "Chingolo" Casalla, su creador. "Por ese entonces estaba de moda un personaje, el Sargento Kirk, creado por el italiano Hugo Pratt - comienza a decir Casalla -. Había que hacer una historia más local, más nuestra. Qué mejor que un cabo medio civil, por qué no un perdedor. Así fue que inventamos un antihéroe, El Cabo Savino".
La historieta, nacida en 1954, intentaba reflejar la época previa a lo que se dio en llamar La Conquista del Desierto; década que fue desde 1860 hasta 1870. Eran tiempos de virtual confrontación entre indios pampas y militares de línea. Savino era un fortinero de aspecto desgreñado, mirada incisiva y escasas palabras, al que le tocó protagonizar reiterados actos de heroísmo en capítulos que tenían algo de trivial y de épico a la vez . En treinta y tres años de servicio no recibió un solo ascenso.
Fue la editorial Columba, quien lo rescató de la cotidianeidad del diario y lo trasladó a las páginas de la revista El Tony.
Tan trascendente resultó la tira que, bajo la dirección del cineasta Juan Carlos Abate , en 1989 fue llevada al celuloide. Se llegó a filmar un episodio que se dio en llamar El Tren, e interpretado por Miguel Ruiz Díaz, Aldo Barbero, Haydée Padilla y el desaparecido Arturo Maly. Diferencias de criterios entre el realizador y el historietista hicieron naufragar el proyecto, que originariamente estaba pensado para ser distribuido en el circuito de videoclubs y que saldría en varios capítulos.
Tiempo perdido.
No era la primera frustración de este hombre nacido en mayo de 1926 en el barrio porteño del Abasto: en su adolescencia Casalla había tenido sueños de clarinetista pero la férrea oposición de su madre lo llevó a optar por la carrera de Bellas Artes. "Me habría gustado ser músico, la música llega más rápido, es más impactante", dice como añorando un tiempo que no pudo ser.
A principios de la década del 50 llegó a San Carlos de Bariloche, pero fue recién en 1969 cuando se instaló definitivamente en esa ciudad buscando un lugar más tranquilo, lejos del vértigo de Buenos Aires. Al principio se ganó la vida trabajando como fotógrafo en el cerro Catedral y como guía de turismo. Con el tiempo, desandaría el camino de la historieta con personajes basados sobre hechos reales o legendarios, instalados en el imaginario colectivo. Tuvo el envidiable privilegio de egresar de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón en tiempos en que Antonio Berni y Lino Spilimbergo solían transitar sus aulas dictando clases.
El Gran Lago.
No sólo El Cabo Savino supo salir de su imaginación, también modeló personajes como El Cosaco, Alamo Jim y Larsen, entre muchos otros. Casalla trabajó en medios del interior del país pero fue el diario porteño La Razón el que logró masificar la historieta del Cabo Savino.
Hoy, a los 78 años, este hombre de mirada cálida habita un sobrio departamento el que además le sirve como taller. Sentado junto a su escritorio no se cansa de contar historias. Se apasiona, gesticula. De tiempo en tiempo suele mirar por encima de sus lentes y preguntar a sus ocasionales interlocutores: "No te aburro, ¿no?". Como si alguien se pudiese cansar de sus relatos llenos de colores y matices... Es evidente que Casalla impregna pasión en todo lo que hace, y fue este mismo sentimiento el que lo llevó a publicar en 1994 el libro El Gran Lago, que cuenta la historia de la región del Nahuel Huapi desde 1620 hasta 1883. La obra fue seleccionada por la Unesco como material a ser utilizado en la lucha contra la discriminación racial. "Me gustó tanto aprender de nuestra historia que decidí hacer una recopilación para que la gente supiera también de nuestro pasado", relata sin prisa. El libro ilustrado fue fielmente documentado. " Por ejemplo, en la página 15 se reproduce el acta del descubrimiento del lago - remarca - . La trajo un empleado del museo y conseguí una copia. No macaneé nada", dice extendiendo sus brazos.
A lo largo de su vida, Carlos Casalla ha ido juntando pedacitos de pasado y los plasmó con su visión particular en personajes de historieta, a los que supo dotar con actitudes de heroísmo, rebeldía y gestos de humanidad. El espíritu de El Cabo Savino, ese suboficial poseedor de un costado noble, suele compartir el alma y el corazón de su creador, aunque nadie lo note
Búsqueda personalizada
Si te ha gustado el artículo inscribete al feed clicando en la imagen más abajo para tenerte siempre actualizado sobre los nuevos contenidos del blog:
Comentarios
Publicar un comentario
No insertes enlaces clicables, de lo contrario se eliminará el comentario. Si quieres ser advertido via email de los nuevos comentarios marca la casilla "Avisarme". Si te ayudé con la publicación o con las respuestas a los comentarios, compartilo en Facebook,Twitter o Instagram. Gracias.