Fue el primer colono que llegó al lago Nahuel Huapi desde las costas del Atlántico. Donó tierras para que se fundara allí el primer parque nacional, apenas una de las huellas que dejó este hombre solidario que demostró su valentía en muchas aventuras.
"Ese día, santo de Juanita, no comí nada como el anterior y el agua que tomaba era la que estaba impregnada en mi poncho por la lluvia que no cesaba de caer. Después de 14 horas de paso llegamos a unas lagunas color café con leche, llamadas de Gutiérrez y allí hicimos noche; tomamos mate, aunque sin dormir... de que el paseo fue incómodo no me quejo...".
El relato pertenece a una carta que Francisco Pascasio Moreno le escribió a su padre el 5 de diciembre de 1875, durante su primer viaje a la zona de los Siete Lagos.
Aquella travesía se convertiría en una experiencia deslumbrante y dura a la vez.
Naturalista, geógrafo, paleontólogo y educador, Moreno fue, ante todo, un incansable caminante que amplió los horizontes territoriales de la Argentina. Nacido en Buenos Aires, el 31 de mayo de 1852, desde muy pequeño fue descubriendo su pasión por viajar. Escuchaba asombrado los relatos de su padre, Francisco Facundo, sobre una tía abuela aventurera, y en su biblioteca íntima figuraban los libros de las expediciones de Marco Polo, que los que leía con avidez. La hora de vivir sus propias aventuras no tardaría en llegar.
Tenía 23 años cuando realizó el primer viaje hacia el lago Nahuel Huapi. La intención del Gobierno nacional de avanzar hacia la Patagonia lo impulsó a embarcarse en la travesía.
Era el 7 de octubre de 1875, cuando partió desde Bahía Blanca escoltado por dos paisanos, dos indios y diez caballos. Tras varios días de cabalgata, la expedición bordeó el río Limay y atravesó una gran extensión de tierras dominadas por el cacique mapuche Sayhueque, al que los habitantes de la región daban en llamar el Señor de las Manzanas. Una semana de permiso le otorgó el jefe indio para que el perito atravesara el amplio territorio y pudiera visitar la zona cordillerana. Moreno se adentró en un paisaje que lo maravillaba a cada paso. El 22 de enero de 1876 llegó a orillas del Nahuel Huapi y fue el primer colono en enarbolar la bandera argentina en el lugar. Un año más tarde alcanzó la naciente del río Santa Cruz, descubrió el lago Argentino y avistó el glaciar que actualmente lleva su nombre. En 1879 fue designado Jefe de la Comisión Exploradora de los Territorios del Sur, y encaró su misión más difícil: el segundo viaje hacia el Nahuel Huapi.
Peligros y aventuras.
La relación con los habitantes originarios se tornó difícil tras la violenta Conquista del Desierto llevada a cabo por el general Julio Argentino Roca. Debido a ello, el perito debió enfrentar varios peligros en su travesía, como el intento de envenenamiento por parte de las mujeres de una tribu y el secuestro perpetrado por el cacique Sayhueque.
El perito y el cacique se respetaban. El lonko mapuche, en honor a Moreno le había dado el nombre de Francisco a uno de sus hijos. Pero a pesar de ello, el indio no trepidó en hacerlo prisionero, con la intención de canjearlo por gente suya que había caído en manos del coronel Conrado Villegas. Moreno había logrado llegar a orillas del hasta entonces desconocido lago Gutiérrez, para ir a reencontrarse con el imponente paisaje de los Siete Lagos, cuando fue capturado. Durante el cautiverio, varias veces estuvo a punto de ser ejecutado y llegó a sufrir amenazas con facones y lanzas en un simulacro de guerra. Una noche logró burlar la guardia y escapó con parte de su expedición en una balsa que bajó por el río Limay. A punto de morir, por la alta fiebre y la falta de comida, fue rescatado por una partida de soldados en la región del Neuqúen, a mediados de febrero de 1880.
Lejos de guardar rencor, Moreno fue consciente de la injusticia a la que eran sometidos los indios: "Las predisposiciones amistosas de los indios me hacían deducir lo fácil que hubiera sido formar una comisión de indígenas buenos. Se prefirió el argumento del Rémington, y, de ahí, la destrucción de miles de vidas ", escribió en sus memorias.
En 1896 fue designado perito en los diferendos limítrofes con Chile. Era considerado el hombre que mejor conocía el territorio cordillerano. En sus últimos años y a pesar de padecer duros reveses como la muerte de su esposa María Ana Varela, siguió trabajando en forma incansable. Con la venta de tierras fundó en el Sur las Escuelas Patrias, donde se alimentaba y educaba a chicos en estado de extrema pobreza.
Promovió el Patronato de la Infancia y creó las Cantinas Maternales, que servían de apoyo a madres solteras. Tras donar tierras para el primer parque nacional en Río Negro, murió el 22 de noviembre de 1919, en la más absoluta pobreza. En 1944 sus restos fueron trasladados a la isla Centinela, ubicada en el lago al que tanta atención le había prestado; el Nahuel Huapi. Desde ese día, cuando las embarcaciones navegan por sus cercanías, hacen sonar sus silbatos en homenaje al gran peregrino del Sur.
"Ese día, santo de Juanita, no comí nada como el anterior y el agua que tomaba era la que estaba impregnada en mi poncho por la lluvia que no cesaba de caer. Después de 14 horas de paso llegamos a unas lagunas color café con leche, llamadas de Gutiérrez y allí hicimos noche; tomamos mate, aunque sin dormir... de que el paseo fue incómodo no me quejo...".
El relato pertenece a una carta que Francisco Pascasio Moreno le escribió a su padre el 5 de diciembre de 1875, durante su primer viaje a la zona de los Siete Lagos.
Aquella travesía se convertiría en una experiencia deslumbrante y dura a la vez.
Naturalista, geógrafo, paleontólogo y educador, Moreno fue, ante todo, un incansable caminante que amplió los horizontes territoriales de la Argentina. Nacido en Buenos Aires, el 31 de mayo de 1852, desde muy pequeño fue descubriendo su pasión por viajar. Escuchaba asombrado los relatos de su padre, Francisco Facundo, sobre una tía abuela aventurera, y en su biblioteca íntima figuraban los libros de las expediciones de Marco Polo, que los que leía con avidez. La hora de vivir sus propias aventuras no tardaría en llegar.
Tenía 23 años cuando realizó el primer viaje hacia el lago Nahuel Huapi. La intención del Gobierno nacional de avanzar hacia la Patagonia lo impulsó a embarcarse en la travesía.
Era el 7 de octubre de 1875, cuando partió desde Bahía Blanca escoltado por dos paisanos, dos indios y diez caballos. Tras varios días de cabalgata, la expedición bordeó el río Limay y atravesó una gran extensión de tierras dominadas por el cacique mapuche Sayhueque, al que los habitantes de la región daban en llamar el Señor de las Manzanas. Una semana de permiso le otorgó el jefe indio para que el perito atravesara el amplio territorio y pudiera visitar la zona cordillerana. Moreno se adentró en un paisaje que lo maravillaba a cada paso. El 22 de enero de 1876 llegó a orillas del Nahuel Huapi y fue el primer colono en enarbolar la bandera argentina en el lugar. Un año más tarde alcanzó la naciente del río Santa Cruz, descubrió el lago Argentino y avistó el glaciar que actualmente lleva su nombre. En 1879 fue designado Jefe de la Comisión Exploradora de los Territorios del Sur, y encaró su misión más difícil: el segundo viaje hacia el Nahuel Huapi.
Peligros y aventuras.
La relación con los habitantes originarios se tornó difícil tras la violenta Conquista del Desierto llevada a cabo por el general Julio Argentino Roca. Debido a ello, el perito debió enfrentar varios peligros en su travesía, como el intento de envenenamiento por parte de las mujeres de una tribu y el secuestro perpetrado por el cacique Sayhueque.
El perito y el cacique se respetaban. El lonko mapuche, en honor a Moreno le había dado el nombre de Francisco a uno de sus hijos. Pero a pesar de ello, el indio no trepidó en hacerlo prisionero, con la intención de canjearlo por gente suya que había caído en manos del coronel Conrado Villegas. Moreno había logrado llegar a orillas del hasta entonces desconocido lago Gutiérrez, para ir a reencontrarse con el imponente paisaje de los Siete Lagos, cuando fue capturado. Durante el cautiverio, varias veces estuvo a punto de ser ejecutado y llegó a sufrir amenazas con facones y lanzas en un simulacro de guerra. Una noche logró burlar la guardia y escapó con parte de su expedición en una balsa que bajó por el río Limay. A punto de morir, por la alta fiebre y la falta de comida, fue rescatado por una partida de soldados en la región del Neuqúen, a mediados de febrero de 1880.
Lejos de guardar rencor, Moreno fue consciente de la injusticia a la que eran sometidos los indios: "Las predisposiciones amistosas de los indios me hacían deducir lo fácil que hubiera sido formar una comisión de indígenas buenos. Se prefirió el argumento del Rémington, y, de ahí, la destrucción de miles de vidas ", escribió en sus memorias.
En 1896 fue designado perito en los diferendos limítrofes con Chile. Era considerado el hombre que mejor conocía el territorio cordillerano. En sus últimos años y a pesar de padecer duros reveses como la muerte de su esposa María Ana Varela, siguió trabajando en forma incansable. Con la venta de tierras fundó en el Sur las Escuelas Patrias, donde se alimentaba y educaba a chicos en estado de extrema pobreza.
Promovió el Patronato de la Infancia y creó las Cantinas Maternales, que servían de apoyo a madres solteras. Tras donar tierras para el primer parque nacional en Río Negro, murió el 22 de noviembre de 1919, en la más absoluta pobreza. En 1944 sus restos fueron trasladados a la isla Centinela, ubicada en el lago al que tanta atención le había prestado; el Nahuel Huapi. Desde ese día, cuando las embarcaciones navegan por sus cercanías, hacen sonar sus silbatos en homenaje al gran peregrino del Sur.
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