No hay blanqueo que pueda limpiar al fútbol argentino de las sospechas. La Ley de Murphy dice “si algo puede salir mal, va a salir mal”, la Ley no escrita del Fútbol Argentino sugiere: “si algo se puede arreglar, se va a arreglar”. Y no hay escándalo.
Tampoco debate.
El hincha de a pie, en su mayoría, profesa la religión de disfrutar más con el sufrimiento del enemigo que con la alegría propia. Y si puede colaborar... No vengan con el folclore; esto es heavy metal, con palos y cadenas. Es mejor el descenso ajeno que el campeonato propio. Cotiza más festejar la desgracia.
El fútbol argentino tiene la extraña virtud de coleccionar miserias y naturalizarlas. La televisión busca partidos “extraños” y los encuentra, a montones. Los periodistas tiran la caña intentando pescar testimonios a favor de que un equipo facilite una derrota y pican peces al por mayor.
Algunos, gordos: mundialistas, con experiencia europea, con mucho recorrido, que podrían defender otros valores. Es innecesario aclarar que todo esto no es exclusividad del fútbol en una sociedad donde la corrupción sólo espanta cada diez años. En ese concierto de suspicacias donde por ejemplo los propios jugadores incentivan la incentivación, un partido como el Quilmes-Racing de anoche no puede quedar limpio aunque sea limpio.
El honor absurdo que enarbolan algunos hinchas entra a la cancha, el miedo juega, los errores y los aciertos de los jugadores se transforman en situaciones dudosas. Alguien recuerda el reciente 4-0 de Newell’s (rival de River en el torneo) a Boca y remarca que Racing no patea al arco. Nunca faltan las sospechas, ni las sentencias de los traficantes de certezas incomprobables. Van para atrás porque los presionan o van para adelante porque los incentivan... Lo peor es que a veces parecen tener razón. Esto es fútbol argentino, señores.
Cada tanto nos pone de frente a su espejo. Y la imagen que nos muestra muchas veces da vergüenza.
Tampoco debate.
El hincha de a pie, en su mayoría, profesa la religión de disfrutar más con el sufrimiento del enemigo que con la alegría propia. Y si puede colaborar... No vengan con el folclore; esto es heavy metal, con palos y cadenas. Es mejor el descenso ajeno que el campeonato propio. Cotiza más festejar la desgracia.
El fútbol argentino tiene la extraña virtud de coleccionar miserias y naturalizarlas. La televisión busca partidos “extraños” y los encuentra, a montones. Los periodistas tiran la caña intentando pescar testimonios a favor de que un equipo facilite una derrota y pican peces al por mayor.
Algunos, gordos: mundialistas, con experiencia europea, con mucho recorrido, que podrían defender otros valores. Es innecesario aclarar que todo esto no es exclusividad del fútbol en una sociedad donde la corrupción sólo espanta cada diez años. En ese concierto de suspicacias donde por ejemplo los propios jugadores incentivan la incentivación, un partido como el Quilmes-Racing de anoche no puede quedar limpio aunque sea limpio.
El honor absurdo que enarbolan algunos hinchas entra a la cancha, el miedo juega, los errores y los aciertos de los jugadores se transforman en situaciones dudosas. Alguien recuerda el reciente 4-0 de Newell’s (rival de River en el torneo) a Boca y remarca que Racing no patea al arco. Nunca faltan las sospechas, ni las sentencias de los traficantes de certezas incomprobables. Van para atrás porque los presionan o van para adelante porque los incentivan... Lo peor es que a veces parecen tener razón. Esto es fútbol argentino, señores.
Cada tanto nos pone de frente a su espejo. Y la imagen que nos muestra muchas veces da vergüenza.
fuente: Clarin
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