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El estilo de Alejandro Dolina está muy lejos de ser puramente "porteño", como muchos lo identifican.

El talentoso escritor y conductor de radio y televisión, creador de Crónicas del Ángel Gris, cuenta por qué su estilo está muy lejos de ser puramente "porteño", como muchos lo identifican. Los secretos del arte de contar, la memoria, los argentinos y los ángeles pasan en una charla de café. 
En el prólogo de Crónicas del Ángel Gris, de Alejandro Dolina, el periodista Jorge Dorio refuta las primeras apreciaciones que se pueden hacer de este hombre que nació en Baigorrita y se crió en Caseros, provincia de Buenos Aires. Dorio, quien lo acompañó en su tarea radial durante muchos años, escribe que "no es tan así que (Dolina) sea un muchacho de barrio, al que se insiste en definir como tanguero". Contradice además otro de los tópicos que circulan sobre el creador -por así decirlo- del programa radial "La venganza será terrible", que lleva 16 años en el aire: "Mientras Dolina simula hablar por la radio está, en verdad, haciendo literatura". 


La entrevista con el talentoso escritor, compositor y conductor de radio y televisión aclara un poco las cosas. Sentado a una mesa del centenario café Tortoni -un rato antes de salir al aire por Radio Continental como todas las medianoches- Dolina arranca sin medias tintas: "Coincido con la descripción que Dorio hace de mi persona".

- Al menos, ¿usted podría definirse como porteño?
- Yo no profeso ni la ética ni la estética porteña. Soy admirador de algunos sucesos artísticos a los que esa ética y esa estética han dado lugar. Pero no las profeso ni en mi vida personal, ni en mi vida artística. A mí no me parece que yo sea un artista porteño, sinceramente, incluso cuando como compositor o como cantante me acerco al tango con mucho fervor. Pero creo que me ocupo de matices, que no son especialmente perfilados y tienen muy poco pintoresquismo, más bien los tangos que yo hago modestamente pretenden ser canciones de cámara, teatrales. De manera que estas torpes palabras sirven para distanciarme del "porteño profesional" que no soy. (Jorge Luis) Borges decía que Federico García Lorca era un andaluz profesional.

- La refutación que me parece más interesante de Dorio, es que generalmente se dice que usted es un hombre de radio.
- Sigo de acuerdo con Dorio. Y si he tomado distancia del personaje del porteño, mucha más distancia tomaría de la definición de "hombre de radio". Siquiera por razones legales para objetar que soy porteño, incluso podría decirse que voto en la Capital, en cambio, tengo toda la sensación de que las cosas que hago se transmiten por radio, es como si los jugadores de fútbol cuyos partidos se transmiten por radio fueran considerados hombres de radio también. Nosotros, junto con Gabriel Rolón y Guillermo Stronati, hacemos cada noche aquí, en el Tortoni, un pequeño intento de literatura al paso. Como sí fuéramos payadores en prosa. A veces, si tenemos mucha suerte, hacemos un ensayo teatral y suceden algunas escenas. Las sombras de las sombras de personajes. La radio, en general, no se parece en nada a lo que hacemos. No lo digo porque el programa sea mejor o peor que otros, sino que es enteramente distinto. Alguien dijo en ocasión del último programa que hicimos en la televisión -"El Bar del Infierno", que se emitió por Canal 7 y se editó en CD- que después de todo no dejaba de ser un programa de radio. A lo que yo pregunté ¿cuál?. La radio tiene procedimientos muy respetables pero que no son para nada los de "La venganza será terrible". Allí no comentamos la actualidad, no leemos el diario, pero hacemos otras cosas. Digo, para no caracterizar la diferencia en términos negativos. Nosotros intentamos producir de un modo surrealista algunas situaciones de humor. Hay público, por ahí cantamos, nunca hacemos una entrevista. La radio es otra cosa.

- Después de tantos años de programa, vemos que el público sigue siendo gente joven.
- Si han pasado los años y el público va cambiando, por suerte, porque si no podrían ser personas reclutadas y pagadas por la radio.

 - Sabemos, por haber consultado a personas que hace mucho son oyentes, que una de las razones por las cuales siguen el programa es que encuentran un lugar en donde alguien les cuenta historias, incluso de otros tiempos, en una época en que la prisa no deja mucho lugar para estas cosas. Como una necesidad de salir de lo cotidiano para de alguna manera transportarse a otros lados...
- Quizás sea un mérito que tenemos. Nos parecemos más a lo que se conoce como "café concert", en todo caso.

- Con tanta experiencia en charlas de café, ¿qué diría de la tan mentada melancolía de los porteños?
- Creo que la melancolía es un sentimiento muy noble en tanto no sea indiscriminada. Oprimir el resorte melancólico ante cualquier decepción es un acto profesional en el peor de los sentidos de la palabra, y yo no quiero trabajar de eso. No quiero ser mecánico en mi conducta.

- Tantos años después del Ángel Gris, ¿seguiría sosteniendo de alguna manera que el mundo puede dividirse en dos: los "hombres sensibles" y los "refutadores de leyendas"?
- Pienso que eso no lo creía yo ni cuando lo escribí. Fue una forma de contar un cuento de hadas. Los refutadores de leyendas químicamente puros, lo mismo que los hombres sensibles, no existen sino en los manicomios. Todos tenemos un porcentaje de sensibilidad y de ingenuidad y otro porcentaje de cinismo. Igual el mundo es muy complejo. Ojalá fuera sólo eso. Sirve a los efectos de crear una estructura que facilite el relato de algunas historias. Pero de ningún modo como descripción de la realidad.


- Releyendo algunos reportajes que le han hecho, usted decía algo que recobra vigencia hoy: "Para pararse ante naciones poderosas, no viene mal una idea fuerte de patria". ¿Cuál es el sentido de patria para usted?
- El sentido de patria al que me refiero no es el sentido retórico, es antes que nada un sentido de pertenencia. La palabra nos remite a lazos de nacimiento, a lazos familiares, más que a símbolos o solemnidad que a menudo suelen esconder una cierta intolerancia. Los símbolos que no se tocan, las banderas que no se mancillan, propenden más a la violencia y a la xenofobia. Pero ciertamente hay una relación del lugar en donde uno nació, donde vive o donde va a morir y nuestra conducta. Siempre me gusta contar la historia de Anteo en estas cuestiones patrióticas porque encierra una simbología entrañable. Anteo era un gigante al que enfrenta Hércules, y Hércules lo derrota. Pero cada vez que Anteo caía en tierra -recuérdese que Anteo era hijo de Poseidón (el dios griego del mar) y de Gea (la diosa de la tierra)- se levantaba con nuevo vigor porque el contacto con la tierra donde él había nacido le recuperaba las fuerzas y el valor. Es una alegoría interesantísima eso de encontrar uno su vigor artístico, intelectual o amoroso en el contacto con el lugar donde ha nacido. Creo que en términos prácticos más que en términos poéticos también es útil la idea de la patria. No se trata solamente de recitados ni bellas alegorías. Se trata de creer que en un mundo donde nos ha tocado un papel muy difícil, donde vivimos continuamente presionados por las "naciones centrales", como se decía antes -digo por usar un término nacionalista- que son poderosas, tienen mucho dinero y tienen fuerza como para producirnos mucho daño. La idea de lo que algunos han llamado identidad nacional, la idea de la patria como algo existente, debe ser engordada.

- Estaría de acuerdo en decir que la patria es entonces el barrio, los amigos, la familia...
- Es la idea de la pertenencia a un grupo, a una sensación parecida al amor filial o al amor fraterno. La de una nacionalidad debe ser engordada, no para agitar banderas sino para establecer estrategias. La forma en que se combate a una nación poderosa la sabemos todos porque los estrategas han cundido sobre todo en el Tercer Mundo, pero nada de esto puede hacerse si no existe la conciencia de pertenencia.

- Si tuviera que elegir una manera de comunicarle a la sociedad lo que tiene para decir, ¿volvería a elegir la poesía, la literatura, el teatro?
- Creo que me prepararía mucho más. Pero tal vez es un acto de soberbia el pensar en modificar las conductas si se nos diera la oportunidad de volver a vivir. No estoy tan seguro de hacerlo mejor, de decretar cambios en la segunda oportunidad. Anoto este pensamiento que me gustaría compartir con ustedes: "A veces nuestras mejores dichas provienen de errores". Por ejemplo, tuve dos hijos que no fueron planeados. Que son, si se quiere, producto de dos cálculos equivocados. Si viviera de nuevo y calculara bien quizá no tendría estos dos hijos que son la mayor alegría de mi vida. Hay que saber que uno no es dueño total de su destino, que es tan complejo todo. No voy a incurrir en versos de poeta de cinco pesos tales como que "no es uno el que elige la puerta sino la puerta la que lo elige a uno", pero yo sinceramente no estoy seguro de haber elegido. De pronto ya estaba escribiendo, o ya estaba haciendo radio, o cantando...

- ¿Cómo hace para tener tan buena memoria?
- Causalmente, hace poco, apenas quince minutos, le pregunté a un amigo por algunas pastillas que ayuden a la memoria. No tengo buena memoria. Me olvido de muchas cosas inherentes a mi vida cotidiana. No es que me olvide de algunas nociones, porque a menudo las nociones se quedan pegadas a los espíritus más obtusos. A veces me asusto de algunos recuerdos que ya debería no tener, como el número de mi abuelo, del ferrocarril Pacífico. ¿De qué sirve ese dato? Seguramente hay otro mucho más útil que ha sido incluso desplazado del cerebro. Me acuerdo de lo que dice, por ejemplo, el monumento a Rawson -que está en la avenida Las Heras y Pueyrredon- y me pregunto qué importancia tiene recordar eso palabra por palabra.

- Refiriéndome a la Argentina toda, podría existir un Ángel Gris por Salta, Jujuy o el Sur del país, lugares tan distintos a esta Buenos Aires.
-Creo que los paisajes urbanos presentan una regularidad en donde es más agradecida la existencia del ser milagroso. En Salta, por ejemplo, ya la naturaleza es milagrosa. Basta asomarse a la ventana y ver un cerro. Para qué arruinar eso con ángeles rotosos. Ciudades como ésta presentan en cambio unas estructuras tan previsibles, que uno podría caminar con los ojos cerrados sabiendo que cada cien metros habrá una calle, y que cada 8,66 metros habrá un frente y el cordón de la vereda, sabiendo que hay horarios que la gente cumple y hasta se emociona en intervalos regulares poniendo la radio o la televisión. En ese universo de lo regular, y quizá tan triste, un ángel aunque sea mentecato es agradecido. En los otros lugares, en la selva misionera, a orillas de los grandes ríos o de los azules lagos, no hacen falta tantos milagros. El hombre que espera el colectivo durante veinte minutos en un lugar espantoso, sin esperanza alguna y con un aburrimiento casi mortal, necesita de un ángel. En el libro de José Saramago que se llama "Historias del cerco de Lisboa" se presenta el Cristo ante el rey Enrique de Portugal, que en ese momento está cercado por los musulmanes y está a punto de librar una gran batalla. No bien el rey lo ve al Cristo, le dice: "Señor, ¿por qué no te presentas ante los infieles? Yo ya creo en ti". Y así es preferible que los ángeles se presenten allí donde un poco de poesía hace más falta.

Confusos pero profundos estudios
Le gusta decir que sus confusos estudios lo pasearon por el derecho, la música, las letras y la historia. Su repertorio no lo desmiente y muestra de ello se encuentra en su programa de radio La Venganza será Terrible, que se mantiene desde hace quince años al frente de las mediciones de audiencia de la medianoche. Artista por demás prolífico, Alejandro Dolina conduce desde 1985 programas de radio y televisión, compuso numerosas canciones y ha integrado distintos grupos musicales como director y arreglador. En 1988 publicó su primer libro, Crónicas del Ángel Gris. Es también autor de las comedias musicales El barrio del Ángel Gris y Teatro de Medianoche, que protagonizó como actor y cantante. En 1998 publicó la opereta Lo que me costó el amor de Laura, que fue llevada al teatro en el año 2000. En 1999 editó El Libro del Fantasma y en 2002, una recopilación de historias musicales escritas para la radio bajo el título de Radiocine.

 
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